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En el corazón de Hiroshima

En abril abren las flores de azahar en Córdoba y su aroma inunda las calles, sembradas de hileras de naranjos y limoneros. Este es cada año el inicio de nuestra primavera, el momento en el que Córdoba despierta del invierno. Ese intenso y delicado olor parece querer sorprender y dar la bienvenida a los miles de visitantes que caminan sorprendidos por nuestras calles. Incluso las flores marchitas de esos naranjos que caen al suelo, lo cubren con un bello manto blanco, como en la leyenda Azahara, “la favorita”.

 El naranjo y su flor blanca es hoy el hilo conductor de esta historia, que tiene un punto de partida triste, poniendo de manifiesto la dualidad del ser humano, capaz de la mayor de las vilezas y de la nobleza de corazón más profunda.

 En agosto de 1945, Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica de la historia sobre las poblaciones de Hiroshima y Nagashaki. Días después, el presidente Truman se vanagloriaba del resultado de aquel nefasto hito histórico. Las bombas “Little Boy” y “Fat man”, como si de una broma se tratase, devastaron las ciudades y a cientos de miles de personas de la manera más atroz. Aún hoy las consecuencias de aquel hecho siguen marcando a los descendientes de aquellos que sobrevivieron.

Pero de entre las ruinas de aquellas ciudades, el mundo decidió construir un espacio de paz y entendimiento. En Hiroshima, justo donde se detonó la primera bomba, un edificio construido 30 años antes se mantuvo en pie, mutilado, desafiando la devastación. Hoy se conoce como la Cúpula Genbaku, en el corazón del Parque Memorial de la Paz.

 

En 1957, Meryan recibió un encargo muy especial que nos liga para siempre con Hiroshima: El Ayuntamiento de Córdoba quiso enviar 50 semillas de los naranjos del Patio de la Mezquita-Catedral para ser plantadas en el parque. Fue nuestro taller el encargado de elaborar el cofre en el que fueron enviadas. La tapa de aquel cofre llevó las imágenes del Patio de los Naranjos, de las naves de la Mezquita y los sellos del Ayuntamiento y la Diputación de Córdoba. El interior del cofre portaba además un precioso mandato a esas semillas:

 “Semillas de los naranjos de la Mezquita de Córdoba, vais a Hiroshima con misión de amor, de paz...a nacer allí donde la muerte se prodigó”

  Es un sentimiento muy especial haber sido elegidos para servir de portadores de un símbolo de hermanamiento, de memoria y del anhelo de la paz.

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Hoy con seguridad, en algún lugar del Memorial de la Paz de Hiroshima también habrán florecido los azahares de aquellas semillas cordobesas.

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