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El patio de mi casa

Mayo es el mes festivo en Córdoba por antonomasia. Los cordobeses compatibilizan sabiamente sus horarios laborales y la celebración de la primavera.

Desde el 1 de mayo, con las Cruces, hasta el último fin de semana del mes, con la Feria de Nuestra Sra. De la Salud, la ciudad florece y llena sus calles y plazas de la algarabía de propios y extraños.

En la historia de hoy hacemos un guiño a los "Patios", Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 2012 y que miles de visitantes de todo el mundo vienen a contemplar durante las dos semanas de concurso. Por su importancia, realizamos una serie de cuadros con algunos de los más conocidos y que puedes ver en este enlace.

Cuadro patio

No vamos a hablar aquí de la costumbre de abrir los patios a los vecinos, que arranca allá por 1918 o del primer concurso en 1921. Tampoco nos detendremos demasiado en decir que el patio fue, desde nuestra historia romana, un espacio vital, de comunidad y relación vecinal. Patios que, durante el esplendor musulmán se convirtieron en pequeños e íntimos paraísos de plantas aromáticas, flores y agua, preservados de miradas indiscretas tras altos muros, eran lugares acogedores para aquellos que los traspasaban.

Hoy hablaremos de la historia misma de nuestro taller… enraizada, como las flores, en la de un patio y su casa de vecinos…

Patio antiguo

Una mañana cualquiera de 1958, Ángel López – Obrero, alma de Meryan, paseaba por las callejuelas de Córdoba, por placer y sin rumbo, sin más objetivo que impregnarse de su misma esencia …

Un año de los cincuenta, cuando ni siquiera la Calleja de las Flores tenía ni sus arcos ni a penas su nombre. Pero allí, a media altura, Ángel descubrió tras un portón desvencijado el pequeño patio trasero de una casa de vecinos. Lo que debió ser un espacio ajardinado, lucía ya lleno de jaramagos y escombros, en abandono y olvido...

Ángel, que por entonces tenía su taller en el Zoco de Artesanía, miró con los ojos de artista y vio más allá de la decadencia. Así, alquiló aquel patio derruido a Francisco Castillo, propietario de la casa, antaño de algún bien posicionado miembro de la Iglesia y que contaba con una preciosa capilla artesonada.

Patio segundo

Como tantos, el caserón se convirtió en casa de vecinos y poco a poco, tras trasladar allí su taller, Ángel arrendó las habitaciones a medida que se marchaban sus inquilinos. Finalmente, en octubre de 1982, la viuda del propietario terminó por vender el resto de la casa y sus patios. Fue así como la vida del inmueble se transformó en apenas 30 años.


Hoy, Meryan es en sí mismo un deleite. Aquel jardincillo abandonado se convirtió en tienda-taller y otros dos patios se engalanaron con flores y fuentes, invitándoles a pasear y disfrutar, a atravesar nuestro particular oasis desde la Calle Encarnación a la Calleja de las Flores.

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